La especulación se dispara

4-11-2012, Levante
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JOSÉ LUIS ZARAGOZÁ, VALENCIA

Entre 50 y 80 millones de hectáreas de tierras de cultivo han pasado desde 2007, principios de la crisis económica, de manos de pequeños agricultores de todo el mundo a multinacionales y compañías del sector financiero al considerar que su explotación puede generar una alta rentabilidad, al margen de cuestiones sociales y medioambientales. Según algunos expertos en inversiones, apostar por la agricultura a través de un fondo de inversión está de moda entre los ahorradores sofisticados por su alta rentabilidad. Desde la city de Londres, grandes corporaciones como Baring Global Agriculture Fund, administrado por la gestora Baring, alcanza unas rentabilidades anuales del 17,9 % en su volumen de negocio, o el World Agriculture Fund, administrado por la empresa británica BlackRock, entre otros, consiguen generar ganancias del 16,4 %. Pocos productos de inversión pueden ofrecer a los ahorradores esos márgenes.

Entre otras razones que explican esta apuesta inversora de los fondos por la agricultura está el crecimiento de la actividad de cultivo y de cría de animales para el consumo. También pesa el aumento sostenido de la población mundial (60 millones cada año), lo que explica la necesidad de desarrollar el campo y la ganadería. También el impulso de economías emergentes como China e India justifican las mayores cantidades de alimentos. Otro factor cada vez más extendido en todos los continente, es la producción ascendente de biodiesel, el combustible hecho a base de maíz, caña de azúcar y otros cultivos similares, terreno donde Brasil figura en los primeros puestos del mundo. Entre otros inversores, el empresario valenciano Enrique Bañuelos „al margen de sus inversiones inmobiliarias„ cuenta con intereses en estos negocios para vender a uno de los principales clientes agrarios de Brasil: China.

Mientras tanto, empresas del Reino Unido figuran a la cabeza de la compra de tierras en países africanos destinadas a la producción de biocombustibles, según revela un informe publicado por el diario The Guardian. La mitad de los 3,2 millones de hectáreas de tierras dedicadas a esa producción, en países que van desde Mozambique hasta Senegal, ha sido adquirida por compañías británicas, más que las de cualquier otro país. Sin duda, la producción de biocombustibles se ha vinculado al incremento de los precios de los alimentos dado que se dedican a ella tierras donde antes se producían cultivos para la alimentación humana. En Gran Bretaña, sólo un tercio de los biocombustibles usados cumplen las normas medioambientales voluntarias destinadas a proteger las reservas de agua, la calidad del suelo y las reservas de carbono en el país de origen,
También la fusión de minifundios en grandes plantaciones industriales es objeto de crítica. Esas conversiones ocurren sobre todo en América Latina y el Caribe.

Compras en países pobres

La asociación Grain, que ha presentado en Ginebra un informe sobre la situación mundial de la agricultura, no duda en calificar estos movimientos financieros como «un auténtico robo de la tierra» en beneficio de los intereses especuladores de la grandes multinacionales, aseguraba su director, Henk Hobbelink». Existe un acaparamiento de tierras porque en los últimos cinco años existe nueva tendencia en el comercio alimentario. Multinacionales y entidades financieras, bancos, hedge funds (fondos de alto riesgo) y fondos de pensiones compran cada vez más tierra en los países pobres para producir alimentos o biocombustibles.

La cifra de tierra «arrebatada» a los pequeños agricultores aumenta año tras año. Fuentes de la FAO aseguran que esa superficie actual en manos de los intereses especuladores afecta a cerca de 200 millones de hectáreas.

Según Agronoticias, Corea del Sur es el primer comprador mundial de tierras, con 2,3 millones de hectáreas, seguido por China (2,1 millones) y Arabia Saudita (1,6 millones). Las razones de estas compras son obvias: se trata de Estados con gran crecimiento económico y cuentan con recursos suficientes para comprar donde sea los recursos naturales que no tienen, como soja, trigo y colza. En el caso de China „consumidor de prácticamente toda la soja transgénica que producen Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay„ «hay un intento de comprar tierras en países de gran riqueza natural y producir los alimentos que necesita para abastecer su mercado interno», indica el informe de Grain. La justicia argentina ha frenado un acuerdo que había hecho la provincia sureña de Río Negro con Heilongjiang, por el cual transfería 254,000 hectáreas a esa empresa china, que quería desarrollar un imperio agrícola. Con todo, el Gobierno reveló a principios de 2012 que acababa de llegar a un acuerdo con una empresa pública de Arabia Saudita „en manos de fondo de inversión soberanos„ para entregarle 200.000 hectáreas de tierras fiscales de la selva virgen conocida como El Impenetrable.

Estos son algunos ejemplos de grandes operaciones especulativas agrarias que se realizan en el mundo y que explican cómo invertir en estos negocios a través de fondos de inversión especializados en la materia resulta una decisión práctica y segura. Desde luego más que dedicarse a ser agricultores, una profesión cada vez con mayores costes de explotación y peores rentabilidades en el mercado global. También en España.

La UE quiere acabar con las ayudas fáciles

Mientras crece la especulación mundial por el comercio de tierras de cultivo, la Unión Europea trata de definir el futuro del sector a través de la reforma de la Política Agraria Común (PAC) que debe entrar en vigor entre 2014 y 2020. La reforma planteada hasta ahora por la Comisión Europea sobre la PAC no tenía en cuenta la diversidad agrícola , las especificidades de cada uno de los sectores y estaba muy centrada en la agricultura continental del centro-norte sin tener en cuenta la agricultura mediterránea. Las discusiones sobre la nueva PAC se encuentran enormemente condicionadas por el debate de las perspectivas financieras generales de Bruselas, que quiere acabar con las ayudas inservibles.

La pregunta que hasta el momento no tiene respuesta es qué cantidad de dinero se destinará a la PAC. El Ejecutivo comunitario quiere impulsar la profesionalización del sector y tratará de evitar la agricultura subvencionada. Con todo, las propuestas presentadas hasta ahora por la UE perpetúan el maltrato y la ya tradicional discriminación de la agricultura mediterránea frente a la continental, según las organizaciones agrarias valenciana. Los agricultores y ganaderos han recibido una media anual de 251,2 millones de euros a durante los últimos años, unas partidas que peligran mientras se negocia el nuevo escenario económico.

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