Colombia: Las reservas campesinas, la tierra y la paz

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25-3-2013, La Nación
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Juan Manuel Ospina, Iván Cepeda Vargas, Alfredo Molano y Piedad Córdoba, importantes líderes históricos de los temas rurales y de la paz en Colombia, analizaron en exclusiva para LA NACIÓN el actual contexto agrario del país, la importancia de las Zonas de Reservas Campesinas y su significado para la construcción de la paz. Análisis.

GINNA TATIANA PIRAGAUTA G.

ENVIADA ESPECIAL / SAN VICENTE DEL CAGUÁN

Las Zonas de Reservas Campesinas se posicionaron en la agenda pública nacional, a raíz de su inclusión en las mesas de negociaciones que se desarrollan en La Habana (Cuba). La figura de desarrollo agrario que ha generado intensos debates, fue analizada en exclusiva para LA NACIÓN por históricos líderes y académicos del sector rural y de la paz.

El inicio de las Zonas de Reservas Campesinas en Colombia, se relaciona directamente con la colonización que se llevó a cabo en el país, a inicios de la década de los 80, según Juan Manuel Ospina, ex gerente del Incoder, ex senador de la República, ex presidente de la Asociación de Agricultores de Colombia y docente de estudios rurales de la Universidad Externado de Colombia.

“Mientras en Colombia se abrían montes y descuajaban montañas, se generaba la compra masiva de estas mejoras a los colonos por parte de los terratenientes. Detrás de los campesinos que llegaban a las selvas a quemar monte, sacar madera y sembrar maíz, yuca o arroz secano, crecían grandes fincas ganaderas”, expresó Ospina en diálogo con LA NACIÓN.

“Era un círculo constante: levantar y vender. Esto podía suceder tres o cuatro veces en la vida de una familia de colonos. Por eso se generó el debate de cómo hacer que estas familias se enraizaran y estabilizaran en estas tierras sin venderlas”, aseguró el académico.

Por esta razón, señala Ospina, existen dos elementos fundamentales de las Zonas de Reservas Campesinas: el control legal de la tierra y la construcción comunitaria.

“La norma prohibió que las tierras fueran compradas masivamente por una sola persona, lo que impide la extensión latifundista y propicia que los campesinos conserven sus tierras y las titulen. Es decir, que al fin sean propietarios y no colonos itinerantes”, dijo el académico.

Asimismo, los colonos no sólo se organizaron sino que estabilizaron a su comunidad. “De esta manera accedieron a los servicios del Estado: salud, educación, vivienda, seguridad y electricidad. Así como a los apoyos para desarrollar una actividad productiva y no sólo para sembrar los productos de su propio consumo”, aseguró el especialista.

De esta manera se generó el acceso del campesinado de las zonas de reserva a las tecnologías y a las labores de acompañamiento, para los temas de comercialización o trabajos de irrigación, convirtiéndose los labriegos en actores colectivos y beneficiaros de las políticas de desarrollo rural.

Precisiones

Ospina aseguro que esta figura no incluye el concepto de autonomía. “No se puede pretender que las zonas de reserva se conviertan en figuras como la de los territorios indígenas, ya que estos, constitucionalmente, son reconocidos como entidades territoriales. Son territorios autónomos y tienen su propia autoridad. Por eso no es viable”, dijo Ospina.

“No se necesita fragmentar el Estado sino fortalecerlo, así como a las organizaciones comunitarias. Estas dos fortalezas interactuando son las que permiten el desarrollo rural y el reconocimiento pleno de las comunidades campesinas”, señaló.

El conflicto y la tierra

Ospina cree que hace 60 años la tierra jugaba en el país un papel que ya no es tan determinante. “Frente a las realidades del país, como los problemas del sector financiero, los atrasos en el desarrollo urbano, la desindustrialización y las bajas tasas de empleo, la tierra parece estar algo sobredimensionada”, aseguró.

Ospina considera además que la tierra es una variable estratégica de la guerra y por ello, ocupar territorios es una condición en los conflictos bélicos. “Por eso, las luchas por la tierra se cruzan con las luchas militares. La dimensión territorial está presente en todos los conflictos. Esto se ve dimensionado con el narcotráfico, ya que por su seguridad requiere rutas para el suministro de insumos o salidas a los mercados”, expresó.

El académico cree que algunos sectores han defendido erróneamente la tesis de que el campesino está de salida, es decir, que la etapa de desarrollo rural en el país está superada y que el tema actual es netamente urbano.

“Esto es una falacia. Por eso se genera el afán de las comunidades campesinas por decir aquí estamos, aquí existimos y tenemos los mismos derechos de los que viven en la ciudad. No queremos dejar el campo para ingresar a la marginalidad urbana y al rebusque”.

“Por eso se requiere que se modifiquen las estructuras de uso y tenencia de la tierra en Colombia, porque está mal distribuida. Así como acciones que amplíen la economía de pequeños productores familiares, a través de la recuperación de terrenos baldíos o de extinción de dominios”, finalizó.

Las esperanzas de paz

Iván Cepeda Vargas, congresista de la República, miembro de la Comisión de Paz, consideró que las Zonas de Reserva Campesina son el resultado de un proceso histórico de resistencia. “Son la construcción de una alternativa en un país en el que ha primado la apropiación violenta de la tierra, su concentración y los terrenos improductivos”.

Cepeda aseguró que las Zonas de Reserva Campesina abren una puerta para la paz. “Son un planteamiento serio y estructurado para un futuro distinto para el país. En Colombia hay un control territorial de estructuras terratenientes que dominan la contratación y el Estado, ligadas al paramilitarismo y al narcotráfico”, dijo el Congresista.

“El Gobierno Nacional nunca ha señalado que en Córdoba hay una república independiente o en Sucre, o en regiones del Llano, el imperio de Víctor Carranza, que sí lo son. En cambio, estas experiencias democráticas que no se oponen a la Constitución colombiana ni a la legislación nacional, son estigmatizadas” enfatizó el dirigente.

“No sólo es un discurso ambiguo sino hipócrita del Gobierno, así como de sectores mezquinos. Nadie le va a quitar las vacas a Lafaurie en La Habana, lo que se pide es que estas experiencias que se han logrado construir con tanto esfuerzo sean reconocidas. Esta actitud pública de estigmatizarlas muestra una gran mezquindad del establecimiento en Colombia”, dijo Cepeda.

La guerra

El Congresista recordó que el conflicto armado colombiano inició en Marquetalia, en el año de 1964, con el bombardeo de una cooperativa campesina. “Toda la historia del conflicto armado en Colombia ha girado en evitar, por todos los medios, que el campesinado pueda organizarse y tener sus propias formas de producción con autonomía”.

Sin embargo, Cepeda considera que si esto se logra resolver y se destraba ese problema sustancial, los otros aspectos del conflicto colombiano se podrían superar con relativa facilidad. “Aquí radica la importancia de que se esté reuniendo el campesinado en estas asambleas, pero que se conviertan además en una discusión nacional”, ratificó

El Encuentro Nacional de Reservas, para Cepeda, representó la fuerza, esperanza y fe del campesinado colombiano. “A pesar de muchas dificultades la gente ha logrado organizarse nacionalmente. Por primera vez, en muchos años empieza a perfilarse una organización del campesinado que no es solamente de denuncia o reivindicación, sino son realidades políticas que se unen a otras, como la minga indígena o los consejos afrodescendientes”, ratificó.

Luchas campesinas

“Las movilizaciones campesinas de inicios de los años 80 se dieron porque querían expulsar a los colones de los parques nacionales, para conservarlos ambientalmente, pero también para tratar de desacomodar a los campesinos y que no cultivaran coca allí”, dijo Alfredo Molano, sociólogo e investigador.

“Los campesinos levantaron sus banderas en contra de este desalojo y el Gobierno les ofreció tierras en otras regiones, pero ellos tenían miedo de que los expulsaran también. Habían llegado a los parques nacionales porque los terratenientes allí no podían comprar las mejoras de los parques y en eso se sentían seguros”, expresó el investigador.

“De aquí salió la figura de las Zonas de Reserva Campesina, de constituir zonas con las mismas funciones de los parques, es decir, territorios que podían ser defendidos de los terratenientes y de los procesos de disolución de la economía campesina que impulsaban”.

“Los terratenientes creen en los procesos de la oferta y la demanda, y en la concentración de grandes extensiones de tierra. En las Zonas de Reserva Campesina se limitan. Son propiedad privada, pero no se puede concentrar la tierra, ya que sólo se permite una unidad agrícola familiar”, precisó Molano.

Según el sociólogo, el dueño de la tierra puede ser un terrateniente, un campesino o un colono. Pero no se puede comprar masivamente territorios o desalojar a las familias.

“Esto se constituye en una talanquera a la codicia de los terratenientes. Además, genera temor que los campesinos se organicen, elaboren sus propios planes de desarrollo y manejen sus recursos. Que tengan una relativa autonomía como la de los municipios, que están dentro de un régimen territorial, como los parques nacionales o los resguardos indígenas”, señaló el investigador.

“Es una completa falacia decir que se van a constituir repúblicas independientes y que se van a independizar. Esta es una manera de criminalizar la figura y los intereses campesinos”, aseveró Molano.

La tierra y la guerra

Para el sociólogo, el problema de la concentración de la tierra conduce no sólo a la guerra, sino a la exclusión de los campesinos de la política y el dominio de los caciques políticos sobre el sector rural.

“Las zonas de reserva permiten la expresión autónoma del campesinado, sin estar subordinados a los gamonales políticos, terratenientes o a las autoridades electorales”, enfatizó el académico.

Importancia nacional

Piedad Córdoba, ex senadora de la República y dirigente de la Marcha Patriótica, aseguró que tiene un enorme compromiso ciudadano con las Zonas de Reserva Campesina desde 1994, cuando fueron reconocidas por el Gobierno Nacional.

“Es el momento de ponerlas en funcionamiento y de darles herramientas legales, recursos monetarios y apoyos técnicos, para que puedan convertirse en verdadera estrategia de la soberanía alimentaria del país”, indicó la ex Senadora.

“Esta propuesta se ha estigmatizado por quienes tienen intereses en la extranjerización de la tierra, en su acaparamiento y en que estos territorios no queden en manos de los campesinos sino de multinacionales o dueños de los grandes feudos de este país”, precisó la dirigente.

Córdoba manifestó que su presencia en el Encuentro Nacional de Reservas Campesinas es una manera de expresar que esta temática no es exclusiva del sector rural, sino de todo el país.

“Es un tema central del corazón de la Nación, que tiene que ver con su desarrollo agroindustrial. Las Zonas de Reservas Campesinas son importantes para Colombia, porque tienen que ver con el cuidado del medioambiente, que es fundamentalmente la preservación de la Nación”, manifestó.

“Además, define que se produce, quién lo produce y para quién. Uno de los retos fundamentales del país es acabar con el hambre y esto se logra produciendo alimentos limpios, es decir, apoyando al campesinado colombiano”, ratificó la ex Congresista.

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