Manglares en extinción

5 de noviembre, 2014

Los monocultivos en suelo guatemalteco llevan varios años de expansión. En el caso de la palma africana, son ya aproximadamente 30 años, avanzando sobre tierras con gran fertilidad en la costa sur del país. En los últimos años se ha extendido hacia la zona norte y alcanza ya un total de 100 mil hectáreas. Allí es donde también se han desarrollado los monocultivos de caña de azúcar, que ocupan más de 258 mil hectáreas en todo el país.

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El integrante de la Red Manglar, el guatemalteco Carlos Salvatierra afirma que al desplazarse la palma aceitera hacia la zona norte se generaron los mayores impactos sobre las poblaciones campesinas e indígenas: “la gente se había visto presionada a vender sus tierras; ha habido compras ilegales de tierras”.

Large_guatemala_mangle_en_area_protegida_de_tilapa_gentileza_conapÁrea protegida en la playa de Tilapa, uno de los pocos santuarios de mangle que permanecen en el Pacífico guatemalteco. Foto: Gentileza Conap

Salvatierra indica que para ambos cultivos la utilización de agua es ingente, pero que la palma insume “siete veces más agua que un monocultivo de caña. Los ríos son prácticamente desviados hacia las fincas de caña y palma, dejando las comunidades a cuenca media y baja sin este recurso".

Otro impacto señalado por el activista es la falta de alimentos “muy grande” que producen estos agronegocios: “porque estas tierras que antes se destinaban para el maíz, el frijol; esas pequeñas áreas han sido adquiridas ya por la industria de la caña, ya sea arrendándolas o comprándolas, y si la gente no las vende, se están quedando prácticamente aisladas dentro de un mar de caña de azúcar”.

Áreas desprotegidas

Según el entrevistado, en general pero también con respecto a los impactos sobre bosques, la actitud del gobierno de Guatemala es en favor del agronegocio: “Es casi una actitud cómplice que tienen las instituciones del gobierno, como el Ministerio de Ambiente, el Ministerio de Agricultura, el Consejo Nacional de Áreas Protegidas y el Instituto Nacional de Bosques (INAB). Para que las empresas de caña puedan ampliar sus fincas tienen que talar bosques y lo hacen con permiso del INAB; necesitarían también un estudio de impacto ambiental, pero estos sólo son requisitos formales, que no dan ninguna orientación de si se debe o no se debe realizar el proyecto”.

Al nororiente del país, en los departamentos del Petén e Izabal, ya hay plantaciones de palma africana dentro de las áreas protegidas. Según Salvatierra, los monocultivos están representando una de las principales amenazas a los manglares y otros ecosistemas.

Entre las denuncias de impactos sobre estos ecosistemas, el activista destacó nuevamente los desvíos de ríos: “esta agua ya no llega al manglar, que necesita de las aguas saladas y de las aguas frescas que vienen de la tierra adentro. Entonces al no existir estas corrientes de agua lo que sucede es una muerte sistemática de los manglares. Muchas veces las empresas dicen no estar talando los manglares, pero lo que sí hacen es impedir que esta fuente de vida llegue a ese ecosistema”.

“De no hacer algo urgente nos enfrentamos a su pérdida total en unos 20 o 30 años”, alerta el activista

Organización en el territorio

En referencia a cómo se viene dando la resistencia en los territorios, el activista destacó que en la región del pacífico de Guatemala el proceso organizativo “ha ido creciendo a diferencia de años anteriores, donde tal vez las comunidades del altiplano eran las que lideraban los procesos de organización histórica en el país, pero la alta presión y degradación sobre los recursos ha llevado a que mucha gente empiece a unirse y organizarse”.

Las plataformas y redes de lucha son varias, como por ejemplo la Coordinadora Guatemalteca en Defensa de los Manglares y la Vida (COG-Manglar) y también la Red por la Defensa del Territorio y la Soberanía Alimentaria de la Costa del Sur (REDSUR) a través de las cuales se han realizados “denuncias legales en contra de la industria azucarera, movilizaciones y marchas y algo que es fundamental: trasladar información sobre estas problemáticas”, describe Salvatierra, “porque en las ciudades se disemina un discurso según el cual son las comunidades las que están degradando el medio ambiente”, finaliza.

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