México: Acaparamiento y explotación de tierras con fines de lucro afecta el entorno ecológico

25-6-2021, El Universal
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Diego Alcalá Ponce

¿A qué autoridad corresponde garantizar la calidad del agua que bebemos?

Desde luego que los convenios y las concesiones gubernamentales para la explotación de algunos recursos naturales son muy necesarios para el desarrollo nacional; sin embargo, ante la nula vigilancia en el cumplimiento de los lineamientos estipulados, muchos son violados flagrantemente. En algunos casos, sin respetar los términos legales en que fueron otorgados, son utilizados con otros propósitos en perjuicio de los habitantes donde son explotados los recursos.

El Artículo 27 de la Constitución dice: La nación tendrá en todo tiempo el derecho de imponer a la propiedad privada las modalidades que dicte el interés público, así como el de regular, en beneficio social, el aprovechamiento de los elementos naturales susceptibles de apropiación con objeto de hacer una distribución equitativa de la riqueza pública, cuidar de su conservación, lograr el desarrollo equilibrado del país y el mejoramiento de las condiciones de vida de la población rural y urbana.

El dominio de la nación es inalienable e imprescriptible y la explotación, el uso o el aprovechamiento de los recursos de que se trate, por los particulares o por sociedades constituidas conforme a las leyes mexicanas, no podrá realizarse, sino mediante concesiones otorgadas por el Ejecutivo federal, de acuerdo con las reglas y condiciones que establezcan las leyes.

Y esto viene al caso, amable lector, tanto por algunas concesiones para la explotación de algunos recursos como la minería, por ejemplo, o el agua inclusive, y por la invasión y acaparamiento de tierras por parte de los menonitas, que además de no ser partícipes con la población de su entorno, como corresponde a la civilización, están sobreexplotando y dañando nuestros recursos naturales en perjuicio de la colectividad.

Desde luego, como ya hemos anticipado, amable lector, esta no es una crítica malintencionada ni en contra de los derechos humanos de los menonitas, sino solamente una observación, y reflexión, para que no se permita más el avance de la destrucción de los recursos naturales con el afán de incrementar la producción a escala industrial y el comercio de un producto  tan debatido como la soya que, además de ser genéticamente modificado, (la Suprema de Corte de Justicia de la Nación prohibió la siembra de soya transgénica hace 4 años) es cultivado con químicos tóxicos que dañan el entorno ecológico (caso específico las abejas) y la salud de la población.

Como siempre, agradecemos a National Geographic su valioso apoyo por permitirnos retomar esta importante información sobre esta situación que prevalece en Campeche, con la esperanza, claro, de que las autoridades de los tres niveles de gobierno tomen cartas en el asunto cuanto antes.  Y, Porque informaciones de alto impacto social como éstas deben ser conocidas y difundidas por todos los medios posibles. Recordemos, amable lector, que ese es el principal objetivo de esta serie de publicaciones --Continúa. -Aquí se encuentra el corazón agrícola y apícola del estado de Campeche; es el principal productor de soya GM de la península y el hogar de unos 8000 apicultores, una tercera parte de toda la región. En cuanto termina el pueblo, las redes de telefonía celular se desvanecen y el tiempo retrocede un siglo. Durante el día, las plazas de los pequeños poblados mayas están vacías: sus habitantes se encuentran en las profundidades el bosque, donde trabajan sus parcelas tradicionales llamadas milpas, en las que cultivan maíz, frijol y calabaza. Muchos tienen colmenas cerca para polinizar las plantas.

Al entrar a las colonias menonitas, los caminos se vuelven de terracería y el horizonte se aplana en campos de maíz y soya. Los tractores pasan estrepitosos entre las fincas de un piso. Hombres con la piel curtida por el sol y sombreros vaqueros manejan carretas a caballo desvencijadas mientras niños con gorras rebotan en la parte trasera. Los hombres saludan con dos dedos a los autos que pasan. En los años veinte del siglo pasado, 8000 menonitas llegaron al norte de México de Canadá: eran nativos de Europa Occidental, Rusia y Ucrania. Desde el siglo XVIII, este grupo “conservador” ha emigrado: huyen de las levas, de la educación pública obligatoria, y hasta hace poco, por tierras fértiles. En México tuvieron la libertad de aislarse.

En los ochenta, algunos dejaron las tierras áridas de Chihuahua y se dirigieron a la península de Yucatán, donde abunda el agua. Compraron tierra a precios bajos incentivados por los gobiernos federal y estatal, quienes esperaban que se modernizaran. Hoy, más de 100 000 menonitas viven en colonias alrededor de México. A principios de 2007, el gobierno mexicano comenzó a fomentar la producción de soya en un intento por reducir su déficit comercial. Pocos años después permitió que el gigante agrícola Monsanto vendiera soya GM y autorizó su siembra en 60 mil hectáreas en la península de Yucatán, aunque el maíz transgénico aún es ilegal en México. “Los menonitas aprovecharon esa oportunidad moderna.”

Por el bien de todos y de la flora y la fauna, no debe permitirse más este tipo de invasiones, acaparamientos y abusos, que a fin de cuentas terminan por afectar seriamente el entorno ecológico y enfermar a la población por la sobreexplotación de los recursos forestales y los químicos vertidos a la tierra que, irremediablemente, contaminan los mantos freáticos.
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