6-7-2014, Última Hora
Por Guido Rodríguez Alcalá
El Congreso uruguayo ha dado media sanción a una ley que prohíbe la titularidad del dominio o posesión de las tierras del país a personas físicas o jurídicas extranjeras.
La fundamentación de la ley es la necesidad de preservar y defender la soberanía del Estado nacional con relación a los recursos naturales y en particular con el recurso de la tierra.
El Estado, de acuerdo con esto, debe asegurar que las actividades productivas tengan un efecto positivo en el bienestar de los uruguayos.
Prohibir o limitar las compras de tierras por los extranjeros no es una idea original del Congreso uruguayo, porque existen leyes similares en el Brasil, la Argentina, Australia y Nueva Zelandia. Quizás el antecedente inmediato de esta nueva ley uruguaya sea el fenómeno mundial del acaparamiento de tierras, que ha preocupado a una entidad conservadora como el Banco Mundial; además de preocupar a la FAO (dependencia de las Naciones Unidas que se ocupa de la agricultura y la alimentación).
La ONG Oxfam ha puesto en internet mucha información sobre el tema en varios idiomas.
En años recientes, dice Oxfam, se han vendido varios millones de hectáreas a capitales extranjeros en países emergentes.
La pregunta natural es: ¿por qué no si alguien quiere comprar y alguien quiere vender?
La situación es más compleja porque, en muchos casos, se venden como tierras no explotadas las que se explotan y dan de comer a gente que las explotan pero no tienen medios para defenderlas.
Digamos que el Paraguay no es el único país donde los regímenes autoritarios han beneficiado a sus partidarios con grandes extensiones de tierras, más para especular que para cultivarlas.
Con el crecimiento de la población mundial, y el surgimiento de las grandes empresas agrícolas, se han ido a las nubes los precios de la tierra y de la comida.
Es cierto que debe aumentarse la producción agrícola para dar de comer a más gente, pero también es cierto que el problema no es solo de producción sino de distribución.
Si fuera solo por la producción, en el Paraguay no tendría que haber hambre y lo hay por varias razones, incluyendo que, con el aumento de las exportaciones de carne, se ha dado también un aumento de los precios de la carne para el consumidor paraguayo.
En el mercado internacional existe la especulación con el precio de la comida, una causa de las sublevaciones que se dieron en varios países en 2008, y que pueden volver a repetirse.
Si se especula con el precio de los productos agrícolas, se especula también con su base, que es la tierra. Obviamente, esta especulación no toma para nada en cuenta los intereses de la población de los países donde la tierra, los impuestos y las regulaciones ecológicas son baratos, como el Paraguay.
La ideología oficial es que vengan los inversionistas extranjeros a comprar, para que haya más producción, más trabajo y más bienestar.
Eso no ha pasado a lo largo de nuestra historia independiente y es dudoso que pase ahora.
Como los países vecinos, el Paraguay debe adoptar medidas nacionalistas sobre la propiedad de la tierra.