Otro término para la enciclopedia indignada: acaparamiento de tierras

5-11-2011, Elalmeria
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A PRINCIPIOS de siglo, a raíz de la 'burbuja de las punto.com', el capital financiero se movió buscando inversiones seguras y aterrizó en el mercado de las materias primas (alimentación, petróleo, etc.). Si en el año 2000 los activos financieros en este mercado oscilaban los 5.000 millones de dólares, en 2011 treparon hasta los 450.000.

Para ellos un gran negocio, ya que por ejemplo, el grupo de inversión Goldman Sachs ganó más de 5.000 millones de dólares en 2009 especulando en materias primas, lo que supuso un tercio de sus beneficios netos. Pero, para el resto, una gran chanchada: los precios de los alimentos se multiplicaron por 2,5 desde 2000, se oscila por primera vez el umbral de los 1.000 millones de famélicos y en estos momentos en el Cuerno de África 12 millones de personas sufren una cruel hambruna.

Esta vez el capital ya está metiendo sus garras en lo más importante de la cadena alimentaria: la tierra. Porque millones de campesinos eluden la agricultura ecológicamente insostenible enfocada a la exportación, de la misma manera que millones de consumidores adquieren en los mercados locales o directamente del productor sus alimentos sanos y de temporada.

Para mantener estos canales ecológica y socialmente sostenibles sólo hace falta la tierra. Pero el incremento de los precios de la alimentación en los mercados de materias primas, la posibilidad de especular en la compraventa de tierra, la creciente demanda de alimentos y la importancia estratégica de los agrocombustibles para el futuro energético en los países ecológicamente derrochadores, están alimentando la voracidad de inversores que ansían controlar la producción de alimentos y materias primas.

Por eso en la última década millones de hectáreas han sido arrendadas o vendidas en los países empobrecidos, fundamentalmente en África. En algunos casos son gobiernos que adquieren tierras en otro estado para garantizarse su suministro futuro. Pero en la mayoría se trata de empresas e inversionistas que pretenden producir alimentos y sobre todo agrocombustibles, en ambos casos para exportar a los países ricos

Algunas instituciones como el Banco Mundial o la propia FAO intentan "humanizar" el despojo con la misma cháchara que llevamos décadas escuchando, es decir, aseverando que la inversión acarreará mejoras para las poblaciones locales (tecnología, infraestructuras, trabajo, seguridad alimentaria, etc.). Pero lo cierto es que cada hectárea destinada a la exportación es una hectárea menos para la producción local. Por si fuera poco, ya se han reportado decenas de miles de desalojos forzosos, explotación laboral, impactos ambientales o control sobre los recursos acuáticos para los regadíos intensivos de los acaparadores.
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