Agricultura industrial desgarra a Mozambique

25-8-2014, Diario UChile
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Mediante un reportaje de la revista National Geographic, se está dando a conocer la inestable situación que viven los agricultores en Mozambique, señalando que son miles las personas que han perdido sus tierras y su forma de vida en manos de la Wanbao Africa Agricultural Development Company, apoyada por el gobierno mozambiqueño. Los menos, que han conseguido trabajar para las mega empresas, no reciben dinero por sus horas extras y trabajan todos los días de la semana.

Los antecedentes datan del año 2007 cuando el aumento del precio del maíz, la soja, el trigo y el arroz pusieron en marcha una verdadera competencia de las empresas inversoras en arrendar o comprar hectáreas en países donde la tierra sale barata, lo que puso en la mira al continente africano, donde aún existen millones de hectáreas sin arar y agua de riego en abundancia.

Luego de 25 años de casi nula inversión en la agricultura africana, detalla la revista, se reactivó la inversión del Banco Mundial y los países donantes. El continente emerge ahora como un laboratorio en el que ensayar nuevos métodos para incrementar la producción de alimentos, pero la gran duda que alberga este nuevo crecimiento es quién se verá favorecido: el pequeño agricultor o las grandes empresas extranjeras.

Las organizaciones humanitarias que defienden los derechos de los campesinos y buscan erradicar el hambre en el mundo, tildan al fenómeno de neocolonialismo y agroimperialismo a la apropiación de tierras por parte de las grandes empresas.

La situación no es exclusiva de Mozambique y desde años se viene dando en otros países de África subsahariana como Uganda, donde se denunciaba las actividades de la multinacional del aceite de palma Wilmar cuya expansión en Uganda, ha deforestado 3600 hectáreas, además de desplazar a familias de campesinos de la zona que no han recibido ningún tipo de indemnización.

En el año 2013 Mozambique estaba en el tercer lugar de la lista de países más pobres del planeta; pero el hallazgo en el norte del país de fuentes de energía fósil, sumado a otras actividades mineras y forestales, ha hecho surgir proyectos de infraestructuras, provenientes de Japón, China y empresas portuguesas. Por el contrario subraya el reportaje, la mitad de los 24 millones de mozambiqueños vive con menos de 1,25 dólares al día.

Uno de los ejemplos emblemáticos del fracaso de la nueva agricultura africana fue Hoyo Hoyo, ubicada en Gurué, la región sojera por excelencia del país. En 2009 las autoridades de Mozambique arrendaron una granja estatal abandonada de casi 10.000 hectáreas a una empresa portuguesa, que se reunió con representantes de la aldea con promesas de doblarles la tierra en otro sitio, además de escuela, clínica y nuevos pozos. El resultado fue desastroso.

La escuela y la clínica nunca se concretaron mientras unos 40 hombres consiguieron un empleo mal remunerado como vigilantes. Al contrario, cientos fueron desplazados y los que recibieron tierras se encontraron con terrenos agrestes y alejados de sus hogares.

Pero si eso parece malo, las desconfianzas respecto a lo que se viene son aún más fuertes. El 2009 el gobierno firmó, con Brasil y Japón, un convenio para el desarrollar un megaproyecto agrícola llamado ProSavana, que cedería casi 14 millones de hectáreas del norte de Mozambique para la producción a escala industrial de soja.

Estas experiencias contrastan con las de Armando Afonso Catxava, quien entregó su relato en el reportaje. Catxava es un maestro de escuela jubilado que se erige en ejemplo de finca productiva de tamaño intermedio. Cultiva soja en calidad de “productor externo” contratado la African Century Agriculture, que le proporciona las semillas y el desherbado mecánico. A cambio él vende la soja a la empresa a un precio preacordado, restándole el coste de los servicios prestados. Hasta la fecha ambas partes se han beneficiado del trato.

“El secreto es el tamaño intermedio. Las explotaciones grandes ocupan demasiada superficie y dejan a la gente sin espacio habitable. Si todos tuviesen cinco hectáreas de soja, harían dinero y no perderían sus tierras”, explicó para NatGeo.

Estas experiencias se multiplican en países donde la pobreza vuelve vulnerables a sus habitantes y se transforma en una buena excusa para la llegada de grandes empresas que podrían trasformar a África en un granero mundial, a costa de cientos de personas que quizás jamás lleguen a verse beneficiadas con el desarrollo.

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